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"LA MÚSICA CONSTITUYE UNA REVELACIÓN MÁS ALTA QUE NINGUNA FILOSOFÍA"

Beethoven, compositor

domingo, 7 de febrero de 2010

¡LUCES, CÁMARAS Y ACCIÓN!

Risas, entusiasmo y mucho cante. Esto es lo que prima en el camerino de un centro cívico burgalés, donde sus actores están a punto de salir a escena. Aquí no hay nervios, pues el guión está aprendido y el escenario preparado. Su objetivo únicamente uno: disfrutar y que el público disfrute con ellos.

Tras las últimas indicaciones y después de desearse "¡mucha mierda!", se abre el telón y empieza Agua, azucarillos y aguardiente.


Los actores van saliendo al escenario poco a poco, pero todos ellos con paso firme y seguro: su público les espera. Unos espectadores que, aunque un poco fríos al principio, irrumpen en varias ocasiones con sonoras carcajadas y fuertes aplausos. Señal de que todo está saliendo bien.




¿Pero qué está sucediendo mientras tanto detrás del escenario? Aquí la situación es bien diferente: unos corren al camerino a cambiarse de ropa, otros repasan la escena que van a representar a continuación, otro grupo opta por calentar la voz, otros prefieren comentar la obra...


Tras un sonoro aplauso, Pepa, Serafín y el resto de personajes se despiden de los burgaleses, pero sólo por un momento: queda el colofón final.


Todos ellos entran en los camerinos, se cambian de ropa y se felicitan por la actuación. Ya sólo les queda cantar tres canciones. Con ellas darán por finalizada su estancia en Burgos.




De vuelta al escenario, vuelven a oírse aplausos y hasta gritos de "¡Aupa Pucela!". Y es que los Bohemios de Valladolid se han entregado a su público y éste quiere agradecérselo como mejor saben: aplaudiendo. Llegan las tres últimas canciones. Entre ellas el brindis, la más esperada. Pero mejor que contárselo es que lo escuchen ustedes mismos y opinen.






Ahora sí que ha terminado la función. El público en pie despide a los Bohemios, que, una vez en los camerinos, se felicitan y abrazan por el trabajo realizado. Todo ha salido bien y ellos lo saben. Así, entre risas, entusiasmo y, como no, con mucho cante regresan a Valladolid.

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